Me ha pedido usted,
querido amigo, que le cuente los recuerdos más vivos de mi vida. Soy muy vieja,
sin parientes ni hijos; por eso puedo confesarme libremente con usted.
Prométame tan sólo no revelar nunca mi nombre.
Fui muy amada, como
usted sabe; y yo misma amé a menudo. Era muy bella; puedo decirlo hoy que no
queda nada de ello. El amor era para mí la vida del alma, como el aire es la
vida del cuerpo. Habría preferido morir antes que vivir sin afectos, sin un
pensamiento siempre pendiente de mí. Las mujeres pretenden con frecuencia amar
una sola vez con toda la fuerza de su corazón; me ha ocurrido a menudo querer
tan apasionadamente que creía imposible que mis arrebatos pudieran tener fin.
Y, sin embargo, se apagan siempre de forma natural, como el fuego al que falta
la leña.
Hoy le contaré mi
primera aventura; no fue por culpa mía, pero ella determinó todas las demás.